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Ponyo en el acantilado (2008): sumérgete y vive el océano

En los últimos años ha surgido un debate, especialmente en el ámbito académico –aunque sus consecuencias son evidentemente globales-, sobre la adecuación de los contenidos audiovisuales que ven los niños mediante los diversos dispositivos a su alcance. Esto es porque la influencia que estos visionados pueden ejercer en su proceso de aprendizaje, su adquisición de conocimientos y, en definitiva, en la manera en que perciben y experimentan el mundo, es un tema crucial que debe ser abordado. Más aún teniendo en cuenta que asistimos a una época en la que las pantallas llenan todos los espacios.

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En este contexto de incertidumbre sobre las consecuencias del torbellino de imágenes en movimiento que asalta a los más pequeños, hay un director de cine de animación, ilustrador, dibujante de cómics y productor de anime que está empeñado en hacernos ver que los efectos pueden ser muy positivos. Se trata del japonés Hayao Miyazaki, director de películas tan significativas como Porco Rosso (1992), La princesa Mononoke (1997), El viaje de Chihiro (2001) o El castillo ambulante (2004).

Miyazaki se ha convertido en un maestro a la hora de contar historias a través de dibujos. Es capaz de transportarnos a un mundo totalmente mágico en el que, sea cual sea tu edad –de ahí que lo haya incluido en la temática de películas para toda la familia-, no podrás evitar quedar maravillado por sus imágenes. No en vano está construida con diferentes niveles de lectura, como es habitual en las películas de este director y, en general, en todos los filmes del Studio Ghibli, sin duda uno de los mejores estudios de animación del mundo.

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Ponyo en el acantilado cuenta la historia de Sousuke, un niño que, mientras jugaba en la playa al lado de su casa, encuentra un pez con apariencia de niña y, entusiasmado, decide quedarse con ella y cuidarla. Resulta que esta peculiar pez-niña a la que Sousuke decide llamar Ponyo, es hija de un hechicero del océano y una diosa de los mares. Su marcha provoca un desequilibrio de la naturaleza; el capricho de Ponyo de ser humana para poder estar con Sousuke desencadena un gran tsunami, resultado del choque entre el ser humano y el resto de la Naturaleza.

Esta historia intencionadamente infantil se desarrolla en un mundo platónico construido de metáforas y simbolismos, donde todos y cada uno de los elementos están ahí para decirnos algo. Es un nuevo alegato contra la contaminación, tema recurrente en las películas de Miyazaki, aunque sin caer en el error de considerar a los humanos seres invasivos e independientes del mundo. En cambio, se nos presenta la belleza del océano, con toda su magia y sus misterios, como un elemento generador de vida, en cierto modo autoconsciente y motor de la naturaleza. El hilo conductor es una relación de amor de lo más peculiar entre dos niños, que representan el más imaginativo y en el fondo realista vínculo entre el ser humano y la naturaleza.

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Sin duda, se trata de otra gran película del genial Miyazaki, acaso de carácter más infantil, pero con lo mejor que esta palabra implica de inocencia, creatividad y de pasión por vivir. Una película con la que cualquier persona, pequeña o no, podrá disfrutar, y que no permitirá que dejes de sonreír con cada nueva secuencia.

Mi nota: 8,5

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EnekoAnunnakin: Cinéfago altamente reflexivo y amante de las películas que alimentan esta adicción. Esto no impide que disfrute de la belleza en sus múltiples expresiones, de las cuales, por suerte, el cine está repleto.

Twitter:@ImpromptuRhythm

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